El valle de Tafí es un valle de altura cuyo fondo se ubica a unos 2000 m snm, las precipitaciones rondan los 500 mm anuales, cayendo fundamentalmente en verano (entre diciembre y abril) y la temperatura media anual es de 13°C. La vegetación dominante es el pastizal de altura representada por gramíneas de diversos tipos que varían según el gradiente altitudinal. En las quebradas crecen bosques de aliso (Alnus acuminata) y acompañados de quéñoa (Polylepis australis).
A lo largo del tiempo, el valle estuvo profusamente habitado por el hombre; los primeros asentamientos conocidos corresponden a aldeas del Período Formativo (ca. 500 AC – 1000 AD) consideradas hasta la fecha entre las más tempranas sedentarias del Noroeste Argentino. En los primeros trabajos arqueológicos realizados se dio a conocer a esta entidad social como Cultura Tafí. Entre las características principales que permiten identificarla destacan las esculturas líticas (monolitos, conocidos popularmente como menhires, visitables en la Reserva Arqueológica Los Menhires cita en El Mollar, y máscaras de piedra); patrón de asentamiento compuesto de estructuras de piedra aisladas o habitaciones circulares alrededor de un patio central, en número variable y en ocasiones formando complejos generalmente dispersos entre campos de cultivo; estructuras agrícolas; y ceremoniales (montículo vinculado a monolitos de piedra localizado en el sitio arqueológico de Casas Viejas, El Mollar). De acuerdo a las dataciones radiocarbónicas obtenidas los asentamientos comenzaron alrededor del 360 AC y culminan hacia el 960 AD. Este grupo humano ocupó extensamente el valle, observándose una ocupación contínua a lo largo de todo el primer milenio AD. Se trataba de una sociedad igualiaria cuya economía estaba basaba en la agricultura y ganadería de camélidos complementado con recolección de frutos silvestres y caza.